barcelona 18/12/09
Descubrí al poeta Gonzalo Rojas a mis ojos -ya llevaba el vate años entregado a la poesía- con la impresión de un golpe mortal en el pecho que me provocó su poema CARBÓN. La voz lárica me había sido ya concedida un tiempo antes por Jorge Teillier y aquel poema de Rojas me caló tan profundamente que hasta el día de hoy me recuerdo sentado en las escalerillas de la biblioteca pública de Andacollo, repasando las líneas de aquel poema y ocultando mi rostro conmovido y lloroso, para que nadie pudiese no entender e interrumpir aquel momento.
Con los años tuve la gracia de ser invitado a la entrega del Doctor Honoris Causa que le confería la Universidad de La Serena, llegué atrasado como casi siempre, eso me permitió encontrarme con el vate cuando se dirigía hacia el auditórium, lo salude y no supe que decirle –el mutismo me inmovilizó-, me miró al estrecharme la mano y yo atiné a soltar un breve: “felicidades poeta”, mientras el sonreía, con el temple quejumbroso de los años.
Ya en el interior auditórium ubicado en La Colina de la ULS, saltaremos todos los prolegómenos institucionales –que no nos interesan recordar-, habló el poeta y capturé un breve: “Si queréis escribir, abandonaros al Ocio, es la única forma, el único camino para vivir la poesía”.
Al terminar entreví algunas caras conocidas entre la lluvia de flash que golpeaba el rostro cansado del vate, me acerqué y movió su pluma hacia el pequeño libro que le entregaba. No se moleste –le dije-, esto es para usted. Gracias –me dijo-.
Le entregue un pequeño libro artesanal de poemas de mi autoría, mientras todos buscaban inmortalizarse junto a el en fotos, achuchándole/abrazándole/casi asfixiándole. Al día de hoy espero no haya leído aquellos primigenios poemas láricos que tuve el infortunio juvenil de entregarle.
La lluvia de flash seguía casi cegando la vista y machacando la buena voluntad de nuestro poeta de Lebu. Hasta que soltó un basta!, se acabó! Y sin más de levantó, yéndose del lugar bastante molesto con aquel ritual cegador en las pupilas.
En las afueras del auditórium dos muchachos jóvenes, se interpelaban entre sí señalando a viva voz, yo he ganado una beca de creación literaria el otro le respondía no se con que premio y así sucesivamente, al ver aquel espectáculo de egos adolescentes, me santigüé –aún era católico- para no volverme tan idiota en la vida. Suerte tuve de tener por amigos a otros vates como Ajens, Gil, Campero, Huinao, que evitaron mi conversión hacia la estupidez escritural extrema, otra cosa fuera la calidad con que escribiera, eso ya era menester por mi cuenta.
Gonzalo Rojas ensimismado en una de sus clases en una Universidad en EEUU donde era profesor, para poder apreciar en todo su esplendor el vuelo de unas moscas sobre un ejemplar de La Biblia que tenía sobre su mesa, ese vate maravilloso recibe hoy el Premio Gabriela Mistral y sigue sembrando en tantas y tantas almas alrededor de este mundo, la voz firme y conmovedora de su poesía, ¡Viva el vate Gonzalo Rojas! ¡Viva Nuestro Poeta!
80 veces nadie (Gonzalo Rojas, Chile)
Con los años tuve la gracia de ser invitado a la entrega del Doctor Honoris Causa que le confería la Universidad de La Serena, llegué atrasado como casi siempre, eso me permitió encontrarme con el vate cuando se dirigía hacia el auditórium, lo salude y no supe que decirle –el mutismo me inmovilizó-, me miró al estrecharme la mano y yo atiné a soltar un breve: “felicidades poeta”, mientras el sonreía, con el temple quejumbroso de los años.
Ya en el interior auditórium ubicado en La Colina de la ULS, saltaremos todos los prolegómenos institucionales –que no nos interesan recordar-, habló el poeta y capturé un breve: “Si queréis escribir, abandonaros al Ocio, es la única forma, el único camino para vivir la poesía”.
Al terminar entreví algunas caras conocidas entre la lluvia de flash que golpeaba el rostro cansado del vate, me acerqué y movió su pluma hacia el pequeño libro que le entregaba. No se moleste –le dije-, esto es para usted. Gracias –me dijo-.
Le entregue un pequeño libro artesanal de poemas de mi autoría, mientras todos buscaban inmortalizarse junto a el en fotos, achuchándole/abrazándole/casi asfixiándole. Al día de hoy espero no haya leído aquellos primigenios poemas láricos que tuve el infortunio juvenil de entregarle.
La lluvia de flash seguía casi cegando la vista y machacando la buena voluntad de nuestro poeta de Lebu. Hasta que soltó un basta!, se acabó! Y sin más de levantó, yéndose del lugar bastante molesto con aquel ritual cegador en las pupilas.
En las afueras del auditórium dos muchachos jóvenes, se interpelaban entre sí señalando a viva voz, yo he ganado una beca de creación literaria el otro le respondía no se con que premio y así sucesivamente, al ver aquel espectáculo de egos adolescentes, me santigüé –aún era católico- para no volverme tan idiota en la vida. Suerte tuve de tener por amigos a otros vates como Ajens, Gil, Campero, Huinao, que evitaron mi conversión hacia la estupidez escritural extrema, otra cosa fuera la calidad con que escribiera, eso ya era menester por mi cuenta.
Gonzalo Rojas ensimismado en una de sus clases en una Universidad en EEUU donde era profesor, para poder apreciar en todo su esplendor el vuelo de unas moscas sobre un ejemplar de La Biblia que tenía sobre su mesa, ese vate maravilloso recibe hoy el Premio Gabriela Mistral y sigue sembrando en tantas y tantas almas alrededor de este mundo, la voz firme y conmovedora de su poesía, ¡Viva el vate Gonzalo Rojas! ¡Viva Nuestro Poeta!
80 veces nadie (Gonzalo Rojas, Chile)
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